El maltrato psicológico en la vida cotidiana

Por Lic. Iyamira Hernández Pita, Centro de Salud Mental


"Una palabra a tiempo puede matar o humillar sin que uno se manche las manos. Una de las grandes alegrías de la vida es humillar a nuestros semejantes".
Pierre Desproges


La posibilidad de destruir a alguien sólo con palabras, miradas e insunuaciones es lo que se llama "violencia perversa" o "acoso moral", fenómeno universal del cual no está exenta nuestra sociedad.
Analizar la especificidad de la relación perversa nos previene contra cualquier intento de trivialización. Por ello considero importante que las personas conozcan el funcionamiento de ese proceso en la pareja, irrevocablemente a las víctimas en su caída mortal.
Estas insidiosas agresiones proceden de la voluntad de librarse de alguien sin ensuciarse las manos. Porque avanzar enmascarado es lo propio del perverso. Ésta es la impostura que hay que develar para que la víctima pueda volver a encontrar sus puntos de referencia y sustraerse a la influencia de su agresor.
De cualquier forma, el asunto del acoso moral es todavía un tabú, pero no por ello debemos cerrar los ojos ante él, sino considerarlo como lo que es: un verdadero "asesinato psíquico".
A lo largo de la vida, mantenemos relaciones estimulantes que nos incitan a dar lo mejor de nosotros mismos, pero también mantenemos relaciones que nos desgastan y que pueden terminar por destrozarnos. Mediante un proceso de acoso moral, o de maltrato psicológico, un individuo puede conseguir hacer pedazos a otro.
Todos hemos sido testigos de ataques perversos en uno y otro nivel, ya sea en la pareja, que es el caso que nos ocupa, como en la familia, en el trabajo, o en la vida política y social. Sin embargo, es difícil el reconocimiento de esa forma de violencia indirecta. Con el pretexto de la tolerancia, nos volvemos indulgentes.
La perversión fascina, seduce, da miedo. A veces envidiamos a los individuos perversos, pues imaginamos que son portadores de una fuerza superior que les permite ser siempre ganadores. Efectivamente, saben manipular de un modo natural, lo cual parece una buena baza en el mundo de los negocios o de la política. También les tememos, pues sabemos instintivamente que es mejor estar con ellos que contra ellos. Es la ley del más fuerte. Él más admirado es aquel que sabe disfrutar más y sufrir menos. En cualquier caso, prestamos poca atención a sus víctimas, que pasan por ser débiles o poco listas, y, con el pretexto de respetar la libertad del otro, podemos vernos conducidos o no percibir ciertas situaciones graves.
En efecto, una manera actual de entender la tolerancia consiste en abstenerse de intervenir en las acciones y en las opiniones de otras personas, aun cuando estas opiniones o acciones nos parezcan desagradables. Manifestamos asimismo una indulgencia inaudita en relación con las mentiras y las manipulaciones que llevan a cabo los hombres poderosos. El fin justifica los medios. ¿Pero hasta qué punto es esto aceptable? ¿No corremos con ello el riesgo de eregirnos en cómplices, por indiferencia, y de perder nuestros límites o nuestros principios? La tolerancia pasa, necesariamente, por la instauración de unos límites claramente definido. Ahora bien, este tipo de agresión consiste, precisamente, en una intrusión en el territorio psíquico del otro. El contexto sociocultural permite que la perversión se desarrolle, porque la tolera.
Existen manipulaciones anodinas que dejan en las personas un rastro de amargura o de venrgüenza, por el hecho de haber sido engañadas. Pero también hay manipulaciones mucho más graves que afectan a la misma identidad de la víctima y que son cuestión de vida o muerte. Hay que saber que los perversos son directamente peligrosos para sus víctimas, pero también indirectamente peligrosos para su círculo de relaciones, pues conducen a la gente a perder sus puntos de referencia y a creer que es posible acceder a un modo de pensamiento más libre a costa de los demás.
Cuando las víctimas de esta violencia insidiosa recurren frecuentemente a los servicios de salud mental, en busca de psicoterapia individual, lo hacen más bien por inhibición intelectual, por falta de confianza en sí mismas, por dificultades de autoafirmación, por un estado de depresión permanente, resistente a los antidepresivos, e incluso por un estado depresivo más claro, que podría conducir, incluso, al suicidio.
Pero a menudo se niega, o se le resta importancia, a la violencia perversa en la pareja, y se le reduce a una mera relación de dominación.
Una de las simplificaciones psicoanalíticas consiste en hacer de la víctima el cómplice o, incluso, el responsable del intercambio perverso. Esto supone negar la dimensión de la influencia, o el dominio, que la paraliza y que le impide defenderse, y también negar la violencia de los ataques y la gravedad de la repercusión psicológica del acoso que se ejerce sobre ella.
Las agresiones son sutiles, no dejan un rastro tangible y los testigos tienden a interpretarlas como simples aspectos de una relación conflictiva o apasionada entre dos personas de carácter, cuando, en realidad, constituyen un intento violento, y a veces exitoso, de destrucción moral e incluso física.
Las víctimas se pueden quejar a veces de sus compañeros o de esta terrible violencia subterránea, y no se atreven a quejarse de ella. La confusión psíquica que se instaura previamente puede hacer olvidar que se trata de una situación de violencia objetiva. Un punto común de todas estas situaciones es que la víctima, aunque reconozca su sufrimiento, no se atreve realmente a imaginar que ha habido violencia y agresión.
En la pareja, el movimiento perverso se inicia cuando el movimiento afectivo empieza a faltar, o bien cuando existe una proximidad demasiado grande en la relacióncon el objeto amado. Una proximidad excesiva puede dar miedo. Por esta razón, lo más íntimo es lo que se ve a convertir en el objeto de la mayor violencia. Un individuo narcisista impone su dominio; pretende, por tanto, mantener al otro en una víctima, inmersa en la duda y en la culpabilidad, no puede reaccionar.
El mensaje no confesado se oculta para que el otro no se marche. De este modo, el mensaje actúa de forma indirecta. El otro debe permanecer para ser frustrado permanentemente. Al mismo tiempo, hay que impedir que piense para que no tome conciencia del proceso.
Esta manifestación es una forma de violencia probada, aunque se mantenga oculta, que tiende a atacar la identidad del otro y privarlo de toda individualidad. Estamos ante un proceso real de destrucción moral que puede conducir a la enfermedad mental o al suicidio. Los conflictos, en este tipo de relación interpersonal, empiezan con abuso de poder, siguen con un abuso narcisista, en el sentido de que el otro pierde toda su autoestima, y pueden terminar a veces con un abuso sexual, violencia física, homicidio u asesinato.
En la mayoría de los casos, el origen de la tolerancia se halla en una lealtad familiar que consiste, por ejemplo, en reproducir lo que uno de los padres ha vivido, o en aceptar un papel de persona reparadora del narcisismo del otro, una especie de misión por la que uno debería "sacrificarse y resignarse". Pero deberíamos preguntarnos: ¿a qué precio?
Más allá del aspecto individual del maltrato psicológico, se nos plantean dilemas más generales. ¿Cómo restablecer el respeto entre los individuos? ¿Qué limites debemos poner a nuestra tolerancia para detener estos procesos destructivos?

Por una vida libre de violencia contras las mujeres. Ni Una Más

En El Salvador, a diario las mujeres vivimos alguna forma de violencia de género. Desde el acoso sexual en el bus, la violencia por parte de nuestras parejas en el hogar, la falta de reconocimiento al trabajo reproductivo que nos delegan y la deficiente atención que recibe nuestra salud, con un solo hospital de maternidad en todo el país, funcionando en pésimo estado.

El abanico de los diferentes tipos de violencia contra las mujeres es amplio, como el acoso sexual, la violencia sexual, el incesto, la explotación sexual de niñas y jóvenes, la apropiación del cuerpo de las mujeres. También están la maternidad forzada, la lesbofobia, los homicidios contra mujeres; aunada a la impunidad, a la falta de acceso a la justicia por parte de las mujeres y falta de políticas públicas que nos protejan. Además de la inequidad en la remuneración, el trabajo doméstico y la falta de servicios básicos que impacta mayormente a las mujeres.

Por otro lado, y pese a que los organismos de mujeres permanentemente presentamos propuestas de leyes, nuestras demandas ciudadanas no son atendidas; por el contrario los problemas que deberían retomarse desde el ámbito público – como las muertes de mujeres por abortos inseguros - son invisibilizados e incluso convertidos en delitos.

Todas las formas de violencia contra las mujeres son entendidas como FEMINICIDIO. Esta es una nueva propuesta de las feministas para entender este tipo de violencia basada en el ejercicio del poder masculino, y que va desde una humillación verbal hasta la expresión fatal como la muerte. En El Salvador, entre enero y septiembre del presente año, el Instituto de Medicina Legal registró 257 homicidios de mujeres. Según cifras oficiales, en un periodo de ocho años (1999-2006) los homicidios contra mujeres se incrementaron en un 224%.



Al decir FEMINICIDIO nos referimos a las mujeres asesinadas y también a los atentados cotidianos y permanentes contra nuestra integridad, nuestros cuerpos, nuestras libertades y nuestras vidas como mujeres; cometidos por agresores conocidos y desconocidos, familiares, funcionarios públicos, representantes del Estado, de las iglesias, personas de confianza, etc.
Frente a esto, el Estado sólo muestra indiferencia. Y se convierte en agresor por partida doble al fomentar prácticas discriminatorias contra las mujeres y al negarse a crear nuevas leyes que nos garanticen una vida libre de violencia.

Prueba de ello es la falta de interés hacia los homicidios sistemáticos de mujeres, cuya cifra aumenta año con año, que no son investigados por las instancias correspondientes ni se proponen soluciones efectivas.
Además del desinterés, los discursos oficiales reflejan desconocimiento sobre este tema. Un ejemplo es el análisis que hacen atribuyendo toda la responsabilidad a las maras, pese a que diariamente la prensa salvadoreña refleja que el alto porcentaje de feminicidios ocurre en el espacio familiar y público, fuera del accionar de las pandillas.

Ante esta situación, las diferentes organizaciones de mujeres y las feministas independientes que conformamos la Concertación Feminista Prudencia Ayala, manifestamos:

- Que no existe voluntad política expresa y real por parte de los órganos del Estado para reconocer que los FEMINICIDIOS se producen en ambientes ideológicos, sociales, y culturales de machismo y misoginia.

- Que existe falta de interés e ineficiencia por parte de la Fiscalía General de la República para la investigación de los delitos cometidos contra las mujeres, lo que permite la impunidad sobre estos hechos, y más aún si se trata de violencia contra mujeres estigmatizadas socialmente, como las trabajadoras del sexo.

- Que existe deficiencia en la aplicación de las leyes y para la creación e implementación de políticas públicas que busquen prevenir y erradicar la violencia contra las mujeres.

- Que existe falta de conocimiento y sensibilización sobre las leyes nacionales e internacionales por parte de las y los aplicadores de justicia.

Por tanto, EXIGIMOS a los órganos Legislativo, Ejecutivo y Judicial:

1. Políticas públicas para la prevención, sanción y erradicación de la violencia contra las mujeres, con su respectivo presupuesto, en su compromiso de cumplir con las recomendaciones de organizaciones como Amnistía Internacional y de la Relatora de los Derechos Humanos de las Mujeres, de las Naciones Unidas.

2. La investigación y esclarecimiento de los homicidios de mujeres, y en general, de los casos de violencia contra las mujeres.

3. La aprobación de la Ley de Protección Integral a Víctimas de Violencia, la cual lleva más de tres años esperando en la Asamblea Legislativa.

4. La ratificación del Protocolo facultativo de la Convención sobre la Eliminación de Todas Formas de Discriminación contra las Mujeres - CEDAW.

5. Aplicación adecuada de la legislación nacional y de los compromisos internacionales ante los casos de violencia contra las mujeres.

6. Reconocimiento y aplicación del concepto de FEMINICIDIO, en relación a la violencia contra las mujeres.



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Carta abierta al Presidente sobre la problemática del acoso sexual



SR. PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA
SRA. MINISTRA DE EDUCACION
DIPUTADOS Y DIPUTADAS
CIUDADANOS Y CIUDADANAS


El acoso sexual en contra de las mujeres y las niñas es una forma de violencia muy frecuente y casi naturalizada a pesar de que es un delito que está penalizado. En lo que va el 2007, se han denunciado en el Ministerio de Educación, más de cien casos de acoso sexual de diferentes centros educativos, la mayoría de las victimas son niñas.

En el marco de la actual Ley de la Carrera Docente, en la mayoría de los casos, solo se ha procedido a trasladar a los agresores a otros centros escolares; permitiéndoles seguir acosando a otras alumnas y teniendo nuevas victimas.

Las Dignas proponemos reformar la Ley de la Carrera Docente para crear mecanismos, principios rectores y sanciones administrativas sin perjuicio de la acción penal, velando por el interés de las niñas y los niños; como esta establecido en la Convención de los Derechos de la niñez.

Actualmente prevalece la estabilidad laboral de los profesores, dejando a las niñas, niños y jóvenes en estado de vulnerabilidad y desprotección; violándoles el derecho y acceso a una educación integral, y sobre todo el derecho a vivir una vida libre de violencia.

Por tanto, instamos:

* Al Presidente de la República y a la Ministra de Educación que respalden la propuesta de reforma a la Ley de la Carrera Docente relativa al acoso sexual cometido por docentes.

* A los diputados y diputadas de todas las fracciones políticas, que evidencien su voluntad política e interés ante esta problemática, discutiendo y aprobando la propuesta.

* Al profesorado, alumnado, padres, madres de familia que se sumen, respaldando y firmando esta iniciativa para erradicar la violencia en contra de las mujeres, las niñas, niños y jóvenes.

* A la ciudadanía a que contribuya denunciando estos casos y exigiendo la propuesta de reforma.